miércoles, 19 de septiembre de 2007

Nomás por costumbre

Como bien saben hoy se cumple un año más del terremoto que sacudió nuestras vidas... ya chole de esos relatos lastimeros. Hace unos meses publiqué mi experiencia de ese día. Reciclo aquel relato nomás por no dejar solito el changarro. Disfrútenlo.


19 septiembre de 1985.

Yo tenía 7 años y me estaba arreglando para ir a la escuela ─iba en segundo de primaria─. De repente y como por arte de magia, literalmente «se me movió el piso»: el suelo empezó a describir trayectorias que iban desde lo oscilatorio a lo trepidatorio (de un lado a otro y como brincando respectivamente) y la electricidad se cortó de sopetón. Mi madre aterrada empezó a decir: «está temblando» y subió por mis hermanos, que seguían durmiendo, mientras mi papá me sacó de la casa.

Ya en la calle pude ver como los cables de los postes se columpiaban y que el coche que teníamos, un Dodge Dart verde modelo 1976, se movía de un lado a otro (hasta la fecha cuando alguien hace referencia al movimiento oscilatorio pienso en el coche moviéndose). En la misma calle estaban TODOS los vecinos. Asustados, sin comprender lo que estaba pasando, incluso una señora estaba hincada junto con sus hijos clamando el perdón de Dios (en serio). El tiempo se me hizo eterno, incluso años después supe que un terremoto nunca dura tanto.

Semejante suceso no bastó para salvarme del destino escolar, aunque nos dejaron ir a nuestras casas por el pequeño detalle de que los edificios se cuartearon y eran inseguros para las clases. Nos dieron unos días de descanso obligatorio en lo que arreglaban los mismos y nos ponían una sede alterna (que fue donde acabamos el año escolar). En la noche, cuando se calmó el asunto y la electricidad volvió, aparecieron en la televisión todas las imágenes que conocemos: edificios destruidos, rescatistas buscando entre los escombros, familias gritando, etc.

Al otro día la cosa se había calmado ─dentro de lo que cabe, una cosa de esas no se trasciende así como así─, me sacaron a pasear, incluso me compraron una plumones Pelikan que estaban de moda («puedes pintar fino y grueso ¡con la misma punta!»), mientras tanto la gente seguía en su rutina... hasta esa noche. Pasaditas de las 8:00 se da una réplica de ese temblor, que fue muy fuerte, aunque obviamente no tanto como el primero, pero igual fue el bailoteo del suelo, el apagón (que nos asustó más cabrón porque era de noche). Mis padres no estaban y la puerta del zaguán de la casa estaba cerrada con llave, así que me vi en la necesidad de sacar a mis hermanos, de 4 y 2 años respectivamente. Afortunadamente el zaguán como tal no tenía candado, así que lo abrí y los saqué. En cuanto la puerta se abrió entró una vecina a ayudarme a sacar a mis hermanos, mientras yo corría a salvar mis plumones ─me los acababan de comprar y eran los de moda. ni madres que los iba a dejar ¿que tal si se caía la casa?─. No pasó mucho rato para que mis padres llegaran, con el susto y la posterior tranquilidad de vernos ahí. Dada la mieditis de que la casa se hubiese dañado, pasamos la noche acomodados en el carro. Como los 3 hijos estábamos chicos no fue gran problema acomodarnos.

Ya como a las 11:00 pm mis padres y yo andábamos con las tripas rugiendo, por lo que mi papá arrancó el coche y nos fuimos a cenar tacos al puesto mas cercano a nuestro corazón.



A ver cuantos más cuentan su historia.

Queda de ustedes:

TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2007 E.C. - 8 E.E.

Tarde

Siempre llego tarde. Y no me refiero a cuestiones de puntualidad ─que eso da para su propia entrada─, sino a que siempre empiezo las cosas ...