Hace unos meses me aventé una entrada donde comentaba (o sea me quejaba de) la poca atención que se presta a la expresión oral. Escribí sobre la innecesaria utilización de términos y de la incapacidad de expresar claramente una idea, amén de la utilización de los castrantes (y cagantes) lugares comunes. Ese fue sólo intento... que abandoné cuando ví que casi nadie me peló. Afortunadamente ví 3 constancias de que esa inquietud es más generalizada de lo que yo esperaba.
1. Uno de mis padrinos y guías involuntarios, el señor Tomás Mojarro, y uno de aquellos en quienes pensaba cuando hablaba de que título no es sinónimo de inteligencia.
2. María de las Nieves Barahona, cuyo blog está dedicado precísamente a explicar y corregir las expresiones más comunes del lenguaje. Blog muy recomendable (aunque muchos de ustedes ya lo conocen).
3. Esta entrada de Sandro Cohen. Esta entrada me da pie para lo que sigue.
Cito lo siguiente. Negritas mías:
1. Uno de mis padrinos y guías involuntarios, el señor Tomás Mojarro, y uno de aquellos en quienes pensaba cuando hablaba de que título no es sinónimo de inteligencia.
2. María de las Nieves Barahona, cuyo blog está dedicado precísamente a explicar y corregir las expresiones más comunes del lenguaje. Blog muy recomendable (aunque muchos de ustedes ya lo conocen).
3. Esta entrada de Sandro Cohen. Esta entrada me da pie para lo que sigue.
Cito lo siguiente. Negritas mías:
Al parecer, el uso del condicional en situaciones como la descrita pertenece a la misma categoría de “mande”, “si fuera usted tan amable” y “¿no me trae un plato de sopa” en lugar de “¿Me trae un plato de sopa?” —a secas, sin el “no”—, o mejor: “Tráigame un plato de sopa”. (Un por favor no saldría sobrando: la cortesía nunca está de más). En otras palabras, parece que —en efecto— es cuestión de cortesía o ganas de evitar lo que podría parecer agresivo.
No sé si esto suceda en otras regiones (hipótesis dijo que un buey voló... ), pero en este agujero que es la Ciudad de México y sus alrededores se da un fenómeno peculiar: Dada la neurosis latente, la agresividad contenida y el cus-cus que nos da el pensar que cualquier cabrón nos vaya a poner un balazo, o por lo menos un madrazo, mucha gente (yo ya me quité eso) ha optado por usar un lenguaje que busca por todos los medios evitar parecer agresivo o altanero:
- Oiga disculpe...
- ¿Le molesto si... (esta es clásica en el transporte público) ?
- Perdone la molestia (cuando nos van a talonear)
- ¿Cuantó sería? Ésta es el complemento de la situación descrita en la entrada de Cohen.
- Esteee... ¿sería tan amable de...
Y ahí le dejo.
Y si me meto con lo que se oye en la televisión la cosa no mejora, mi frase favorita sigue siendo la siguiente:
Y si me meto con lo que se oye en la televisión la cosa no mejora, mi frase favorita sigue siendo la siguiente:
- Hasta ahora el ser humano es el único que asesina a otros de su misma especie, pero ahora veremos que entre los elefantes también hay homicidas.
Acto seguido vemos un video en que un elefante mata a otro. No he visto uno que se la gane a éste.
La solución la propuse en la entrada anterior:
Queda de ustedes:
TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2008 E.C. - 9 E.E.
La solución la propuse en la entrada anterior:
Naturalmente no pretendo decir que tengamos que hablar como Cervantes cada que abramos el hocico, pero al menos seamos algo más creativos. De la misma manera en que podemos plasmar nuestras ideas por escrito claramente sin perder nuestro estilo, también podemos hablar claramente sin dejar de ser quienes somos. No esperemos aprender de las escuelas o la televisión, donde los maestros y los merolicronistas están igual o peor que uno. Tampoco lograremos nada exigiendo al gobierno, sino que seremos nosotros mismos los que podamos hacer algo: leyendo, escribiendo... y hablando.
Queda de ustedes:
TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2008 E.C. - 9 E.E.