miércoles, 3 de julio de 2013

Creencias y fanatismo

El interés por el fenómeno religioso es algo que se ha incrementado desde hace un par de años: vemos cómo han proliferado congresos, ensayos, análisis, estudiosos, etc. Ese auge ha hecho que cada vez más gente se   interese por estudiar, comprender o, por lo menos, tener una opinión cuando un tema que involucra lo religioso sale en la plática. Lo anterior trae como consecuencia que haya opiniones diversas, algunas están bien sustentadas y son dignas de consideración y crédito; otras son, ya sea de una ingenuidad enternecedora o bien se expresan con un dolo insultante. Ahorita voy a dedicar unas pocas palabras (espero) a una de esas frases que se sueltan así sin más, esperando echar un poco de luz y, a la vez, desaburrirme un poco.

Desde hace algún tiempo he escuchado y leído una frase peculiar, aunque no puedo recordar exactamente dónde la leí o la escuché por primera vez:
El verdadero creyente [religioso, se entiende] es el fanático. 

Con esta frase se busca afirmar que sólo aquél que es «fanático religioso» (ahorita verán por qué lo entrecomillo) es quien puede y merece ser llamado creyente, queriendo dejar a cualquier otro en calidad de falso creyente o creyente «de a mentiritas».

Ni qué decir que tal idea es una estupidez monumental. Muestra que en realidad no se es especialmente versado en el tema del fenómeno religioso. Por el contrario, se entiende tan poco del tema que se busca encerrarlo en un corral lo más estrecho posible, ya que de lo contrario se entra el territorio desconocido y nadie quiere pasar por ignorante.

¿Qué hay de malo o de falaz en esta afirmación?

Por principio de cuentas el hecho de hablar de «verdaderos creyentes». Esto nos remite a la falacia de ningún escocés verdadero, tan bien explicada por Antony Flew antes de que se volviera senil y loquito. Otro escritor, Mathew (no sé su apellido), brinda una respuesta simple y buena, aunque tiene una redacción horripilante. Aquí está, énfasis míos y a los errores de ortografía y gramática agréguenle un sic. grandototote:

Que hace verdadero a un creyente? Hay tantas Religiones que son la Única y Verdadera, que es difícil decirlo. Mira al Cristianismo: hay tantos grupos compitiendo, todos convencidos de que ellos son los únicos Cristianos verdaderos. A veces incluso luchan y se matan entre ellos. Cómo se supone que un ateo debe decidir quién es un verdadero Cristiano y quién no lo es, cuando ni siquiera las principales iglesias Cristianas como la Iglesia Católica y la Iglesia Anglicana no se deciden entre ellas?.
Al final, la mayoría de los ateos toman un punto de vista pragmático, y deciden que todo aquél que se llame a si mísmo Cristiano, y usa la fé o dogma Cristiano para justificar sus acciones, debe ser considerado un cristiano. Tal vez algunos de estos cristianos estén pervirtiendo las enseñanzas Cristianas par sus propios fines - pero si la Biblia puede ser usada tan fácilmente para apoyar acciones no Cristianas, puede ser en verdad un código moral? Si la Biblia es la palabra de Dios, ¿Porqué no pudo hacer la menos ambigua? ¿Y cómo puedes tú saber que tus creencias no son una perversión de lo que tu Dios propuso?.
Si no hay una sóla interpretación de la Biblia que no sea ambigua, entonces ¿Porqué debería un ateo tomar una interpretación en vez de otra sólo por que tú lo dices? Lo siento, pero si alguien dice que el cree en Jesús y que el asesinó a otros porque Jesús y la Biblia le dijeron que lo hiciera, debemos llamarlo cristiano.

Fuente 

Ampliando un poco el asunto: quienes dicen que «el verdadero creyente es el fanático» cometen la misma equivocación (o usan el mismo truco) que los apologetas religiosos, que es el haber establecido ─arbitrariamente y a priori, claro─ una serie de criterios que se tienen que seguir para que alguien se gane su etiqueta de creyente, de lo contrario no son verdaderos, sino falsos (duh).

Podríamos dar por refutada la afirmación y la entrada por terminada, pero aún hay otras objeciones a esta afirmación tan horrenda. Nomás sigan leyendo.

Muchas personas al hablar de estos temas usan el término «La Religión». El término resulta harto simplista y deja fuera muchos aspectos que necesitan ser tratados si se quiere tener una buena comprensión de todo lo concerniente al asunto de las creencias, prácticas, ideas y demás. Por eso es que muchos especialistas, al abordar el asunto, no hablan de «religión», sino de «fenómeno religioso», cuya definición es un relajo y no se van a encontrar dos explicaciones iguales, pero que permite tocar el tema con la amplitud necesaria.

Tomemos un aspecto de ese fenómeno, nomás uno: el culto a un poder superior.

Creo que es fácil entender que, aunque se trate de creer y rendir honor a algo que va más allá del mismo ser humano, no es lo mismo la creencia en cultos a la naturaleza ─cultos solares, lunares, a las aguas, a la tierra─ que la creencia en los dioses como tales: seres antropomorfos con defectos, pensamientos y cualidades determinadas.

Dejemos de lado los cultos naturales y veamos que, dentro del culto a los dioses, no es lo mismo los cultos politeístas, como el griego, el romano o el hindú, que los cultos monoteístas, como el judío o el cristiano.

Dejemos de lado los politeísmos y veamos que, dentro de los monoteísmos, no es lo mismo el monoteísmo judío que el monoteísmo cristiano.

Dejemos de lado a los judíos (al cabo que nadie los quiere) y veamos que, dentro del cristianismo, no es lo mismo el cristianismo de tipo protestante o evangélico que el cristianismo católico.

Dejemos de lado a los protestantes y evangélicos y veamos que, dentro del catolicismo, no es lo mismo el catolicismo de la teología ─patrística, bulas, concilios, encíclicas─ que el catolicismo de las creencias y las prácticas de la gente.

Dejemos de lado la teología y veamos que, dentro de las creencias y prácticas, no es lo mismo el catolicismo como se entiende en un país como España que el catolicismo como se entiende en un país como México.

Dejemos de lado a los españoles y veamos que, dentro del catolicismo mexicano, no es lo mismo el catolicismo como se entendía en el s. XVI ─cuando vino a dar por acá─ que el catolicismo como se entiende en el s. XXI.

Dejemos de lado el s. XVI y veamos que, en el catolicismo mexicano del s. XXI, no es lo mismo el catolicismo como se entiende en comunidades de la sierra de Oaxaca que el catolicismo como se entiende en el Distrito Federal.

Dejemos de lado a los oaxaqueños y veamos que, dentro del catolicismo defeño, no es lo mismo el catolicismo como lo entienden las señoras copetonas de Las Lomas que el catolicismo como lo entiende la gente joven (25 años o menos).

Dejemos de lado a las copetonas y veamos que, dentro de los jóvenes católicos, no es lo mismo el catolicismo como lo entiende un universitario que como lo entiende un joven de menos preparación académica.

Dejemos de lado a los universitarios y veamos que, dentro de los jóvenes «sin tanta escuela», no es lo mismo el catolicismo como lo entiende un sanjudero que el catolicismo como lo entiende un devoto de la Vírgen de Guadalupe.

La pregunta es: ¿Cuál de todos es el verdadero creyente?

¿El que rinde culto a los fenómenos naturales, el politeísta, el judío, el protestante, el evangélico, el católico de la teología, el católico español, el católico del s. XVI, el católico oaxaqueño, la copetona de Las Lomas, el universitario, el sanjudero o el guadalupano? ¿Lo son todos? ¿No lo es ninguno? ¿Verdad que no es tan fácil y hacer esas simplificaciones de creencias «verdaderas» es hacerle al cuento?

Ahora toca entrarle a otro tema: el del fanatismo.

Aquí exhiben su ignorancia aquellos que dicen que el fanático es el verdadero creyente, pues desconocen el trasfondo de la palabra fanático y, cuando mucho, se atienen a la definición de la RAE (unos ni eso hacen), que a la letra dice:

fanático, ca.
(Del lat. fanaticus).
1. adj. Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas y políticas. U. t. c. s.
2. adj. Preocupado o entusiasmado ciegamente por algo. Fanático por la música.

Apegándonos al diccionario vemos que el término para nada es exclusivo del entorno religioso y no es indicativo de la fidelidad a algo o alguien, sino de su entusiasmo exacerbado. Pero la cosa va más allá. Veamos un poco de la etimología de la palabra:

«Fanático» viene del latín fanum, que significa templo. En tiempos de los romanos se designaba a los sacerdotes y a quienes se dedicaban a cultos exclusivos como los fanaticum o fanatici, pues se dedicaban íntegramente al servicio del templo. De entre éstos sobresalían los sacerdotes de Cibeles, que eran presas de un entusiasmo y un furor exacerbados, al grado de que el fanaticus empezó a ser relacionado con actitudes delirantes, fúricas o frenéticas y, por extensión, se comenzó a llamar fanática a toda aquella persona exaltada y agresiva.

Referencia: Corominas, Joan y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, 6 tomos, Madrid, Gredos, 1980. II, 491 pp.

En este sentido podemos que ver que no sólo hay fanáticos religiosos, sino fanáticos futboleros, fanáticos de tal o cual artista y demás. Queda entonces preguntarse: ¿entonces el verdadero futbolero es el fanático? ¿el verdadero melómano es el fanático? Por otra parte, ¿el que no defienda su preferencia de forma exaltada y furibunda no es un verdadero creyente? Para nada, el fanatismo es la actitud fúrica hacia el que disiente, pero ese furor no nos dice nada acerca de qué tan «verdadero» es un creyente, sólo nos muestra qué tan pirado está

Amiguitos, mucho cuidado con irse con la finta. No porque algo suene muy innovador significa que sea correcto. A veces sólo es ignorancia adornada o dolo disfrazado.

Queda de ustedes:

TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2013 EC ─ 14 EE.

Tarde

Siempre llego tarde. Y no me refiero a cuestiones de puntualidad ─que eso da para su propia entrada─, sino a que siempre empiezo las cosas ...