Un taxista recoge a una monja. Ésta se monta al taxi, y durante todo el camino, el taxista no le quita los ojos de encima a la monjita. Ésta le pregunta por qué la mira tanto, y el taxista le responde:
— Tengo una pregunta que hacerle, hermana, pero no quisiera ofenderla
Ella le responde
— No creo que puedas ofenderme, hijo. Cuando llegas a la edad que tengo, has visto y oído cualquier cantidad de cosas. Estoy segura que no hay nada que puedas decir o preguntar que pueda ofenderme
— Bueno, siempre he tenido la fantasía de que me bese una monja.
Ella le dice
— Bueno, veamos qué podemos hacer al respecto... primero que todo, tienes que ser soltero, y segundo, has de ser Católico...
El taxista está que no cabe en sí de gozo:
— ¡Sí, hermana...! ¡Soy soltero y también soy Católico!
La monja le dice:
— Ok, para en el próximo callejón que veas
El taxista detiene su auto y la moja satisface su fantasía. Pero cuando siguen el recorrido, el taxista comienza a llorar
— Pero hijo —dice la monja —¿por qué estás llorando?
— Perdóneme hermana, he pecado. Le he mentido, debo confesarlo; estoy casado, y soy Judío!
La monja le dice:
— No hay problema, hijo, mi nombre es Roberto y voy a una fiesta de disfraces.
Queda de ustedes:
TORK: Bizcocho de Montecristo. Año 2007 E.C. - 8 E.E.