lunes, 29 de diciembre de 2008

Vino sin mujeres ni canto

Alcohol... la causa y la solución de nuestros problemas.
Homero Simpson

Entrada dedicada obviamente al alcohol.

Una persona normal generalmente mientras crece y envejece va adquiriendo cada vez mayor resistencia al alcohol, de tal forma que alguien (mientras no sea A.A. o alguien candidato a serlo) puede brindar en las fiestas o desmadres sin agarrar una peda inmunda a las primeras de cambio.

Pero los blogueros no somos personas normales (algunos ni siquiera son personas), y en mi caso no se aplica lo del alcohol. Primero partamos del hecho de que tengo 30 años de edad. El sentido común dicta que a estas alturas pudiese estar en una fiesta, un coctel, un brindis o una cantina durante horas con la capacidad de aguantar lo suficiente para burlarme de algún pendejo que ya se haya guacareado o se haya quedado dormido. Pero resulta que es al contrario, entre más viejo soy menos aguanto el pedo. Les platico:

Mi primera peda fue a los 14 años con Bacardí Añejo y guacareada incluida. Creo que fueron 3 o 4 cubas, suficiente para noquearme y ponerme a dormir. Conforme pasó el tiempo y el desmadre de la escuela donde terminé la secundaria agarré algo de maña, aunque nunca pasaba del Añejo y del Don Pedro, tan de moda a principios de los 90's. Ya a los 17, con mis compas eclesiales, conocí las bondades del tequila, del mezcal y de otras bendiciones dionisiacas tan sabrosas (la fama que teníamos de pedotes no era gratuita). Se hicieron famosas las salidas a acampar con el único propósito de ponernos hasta la madre porque en nuestras casas nadie nos quería juntos. A esa época pertenece la anécdota del peor escándalo que armé en la casa de una futura novia.

En la H. ENEP Aragón la cosa no era mas leve. Todos los viernes terminaba en el Hospital... que era la cantina más famosa del rumbo, ahí sólo se servía tequila. En la todavía más H. Facultad de Filosofía conocí la maravillosa turbocina: Mezcal, agua y polvo saborizante marca propia de Superama. Por un tiempo fuimos conocidos como "Los Jets". Es celebérrimo el tocho que nos aventamos en estado etílico con unos pobres idiotas de Medicina por la golpiza salvaje que se llevaron y por cómo nos acusaban de dopaje.

La curva del descenso comenzó hace como 3 años, cuando en una navidad quedé fuera de combate con medio litro ¡de sidra!, cuando meses atrás, en un viaje a Taxco (a la edición anterior del evento narrado en la entrada pasada), me bebí una severa cantidad de vodka sin (casi) hacer gestos. Cada vez caí mas bajo en cuanto a mi resistencia etílica y mis deseos de hacer desmadre. Del mezcal, el vodka y el tequila he pasado a la sidra, la Viña Real (que siempre me gustó, pero me lo tomaba casi como refresco) y al Boones. La semana pasada toque fondo: Con un litro de sidra después de la cena navideña fue suficiente para irme a dormir como bebé.

Paralelamente se dio otro fenómeno igualmente vergonzante: Antes era necesario un impulso del bendito pedo para socializar, dado mi eterno carácter misántropo; ahora en cuanto empiezo a sentir los efectos del alcohol sólo pienso en dormir.

¿Verdad que doy pena?

Queda de ustedes:

TROK: Bizcocho de Montecristo. Año 2008 E.C. - 9 E.E.

Tarde

Siempre llego tarde. Y no me refiero a cuestiones de puntualidad ─que eso da para su propia entrada─, sino a que siempre empiezo las cosas ...