En la entrada anterior platicaba yo qué transa con eso de presentar ponencias. Hace unos años conté aquí mismo cómo fue mi debut en esas ondas: cómo la pasé, qué fue lo que vi y de qué hablé. Se me hizo costumbre platicar esos paseos y contar una que otra desventura.
Como ya lo
saben porque básicamente este blog se ha tratado de eso en toda su existencia,
el tema de los ateos ocupó un espacio grande en mi vida: les platiqué cómo y por qué abandoné la militancia católica, las veces que marchamos y cuando me presenté en un congreso específicamente de eso.
Cuando
debuté en esas cosas elegí hablar de los ateos porque –creía yo que– nadie hablaba
de eso en los congresos de religión y quería aprovechar que tenía la
información a la mano porque en ese tiempo andaba yo de argüendero. Ya saben,
uno que se quiere sentir importante.
Y que le
atino. En efecto, nadie había pensado en hablar de estos seres inmundos (y no
los culpo). Tons llamé la atención cuando lo hice. Alguna vez pensé en que ése
fuera el tema de mi tesis, pero me desencanté y decidí no titularme (son
mamadas: el único requisito para titularse es no morir en el intento y pos no
me sale, pero ya mejor luego les cuento eso).
Uno de mis
temores en un principio (y lo dije en plena ponencia) era que alguien más agarrara el tema y que lo que yo
hice se volviera obsoleto. Con el tiempo ese temor se volvió esperanza; quería
que más gente se interesara. Y sí: con los años, gente como mi
compa Maik y otros le han entrado; eso me anima.
Y como
siempre, la academia se queda atrás; al grado de que ese tema se volvió mi
carta de presentación cuando llegaba por primera vez a un congreso. Aunque ya perdí la cuenta de las veces que llegué a hablar de lo mismo, siempre
les sorprende. Ya cuando es la segunda o tercera vez que voy llevo otro tema,
el que sea en el que trabaje en ese momento; por ejemplo, orita traigo el tema
de los ateos en Alcohólicos Anónimos, que nada tiene que ver con los militantes. Hace unos años conocí a alguien que
parecía que le iba a entrar al asunto, pero he leído sus trabajos y la neta se
queda corto, lo que no le ha impedido mamonear con el tema.
Hace unos
meses se publicó una obra de dos tomos llamado Reconfiguración de las identidades religiosas en México. Es un análisis que abarca en dos tomos la diversidad religiosa en México recogida en la *tomo aire* Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas (Encreer). El tomo II (de 184 páginas) contiene un capítulo de 26 páginas que trata sobre
la población sin religión, la cual agrupa a los indiferentes, gente que no
pertenece a ninguna iglesia aunque tenga creencias religiosas, gente no
practicante... y a la población atea y agnóstica, a la cual le dedican una
página (la mitad de la 136 y la mitad de la 137). ¡Una puta página! Se me
ocurrió revisar la fuente de ese apartado: un artículo muy acreditado y todo...
de siete páginas.
Y ya por eso
mejor uno hace notas en féisbuc o se viene a bloguear.
Pero regreso
a mi tema: cuando vi que no iba a hacerlo tesis, en algún momento mejor pensé en hacer un artículo académico, así que
lo amplié hasta donde quise; en serio, hasta donde me diera la voluntad. Pero después
de años de intentarlo, ninguna revista aceptó publicarlo y el artículo se quedó
aparcado y esperando a que yo decidiera qué hacer con él… hasta ahora.
La revista Balajú,
de la Universidad Veracruzana, tuvo a bien aceptarlo y publicarlo. Y qué bueno,
porque iba a ser la última vez que lo intentara, fuera aceptado o no.
Esta presentación es inmejorable |
La neta me
siento muy bien de que se publicara. Y no por el ego de ser autor publicado ni
esas ñoñeces, sino porque por fin puedo darle un cierre al asunto. No se crean:
dediqué 14 años al tema de los ateos militantes y sentía que todo había sido en
vano. Un artículo no lo compensa, pero me hace descansar. Léanlo si quieren (si
no, pues no).
Las organizaciones de descreídos en habla hispana.
Queda de
ustedes:
TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2022 EC — 23 EE.