¿Les ha pasado que se
encuentran a un compa después de muchos años y quieren contarle toda su vida
desde la última vez que se vieron? Así ando yo ahorita. Tengo el impulso de
contar todo lo que ha pasado en los últimos nueve años.
Escribir en un blog
es algo muy diferente a escribir en alguna red social. Cuando publicamos algo
en tuíter o en féisbuc pensamos en los seguidores y en los contactos, en los favs
y en los laiks (y en la censura, pero eso es otra cosa). Para bien o
para mal, esperamos una reacción.
Acá no. Aquí escribimos
para el blog y para nosotros (a veces en ese orden), sin pensar en la
existencia de los lectores. Aquí no importan las reacciones, no hay corazones y
–casi– no hay comentarios. Aquí nos inhibimos menos porque básicamente el blog
es nuestro compa y le platicamos todo, aunque ya lo hayamos escrito en otro
lado.
¿Saben cuándo me cayó
el veinte de que había gente que leía lo que aquí se pone? Cuando fue la
segunda marcha atea. Esa vez muchos ─de los que fueron─ me dijeron que se
habían enterado por mí y que leían mis cosas. Pero la sensación no se quita.
Uno sigue escribiendo para sus adentros
No hay prisa.
Queda de ustedes:
TORK. Bizcocho de Montecristo. Año 2022 EC─23 EE.